Redactado por Fernando Xavier Rivas Zapata RZ232193
El Viajero lo cambió todo. Remodeló nuestro sistema solar
hasta hacer trizas todos nuestros esquemas científicos y filosóficos. Para
nuestros ancestros, columbrar más allá del horizonte de posibilidades tuvo que
ser una auténtica revolución.
El Viajero fue quien alumbró la Edad de Oro, pero fue con nosotros con quienes
prosperó; recordémoslo con orgullo pese a las pérdidas.
Hoy, criptarcas y eruditos se afanan por separar los mitos de la Edad de Oro de
la realidad. Ahora sabemos que los humanos vivían más tiempo, que llegaron más
lejos y que aprendían más rápido. También sabemos que se erradicaron
incontables enfermedades y rencores de otro tiempo. Gracias a la ambición
humana, afloraron inmensos proyectos de ingeniería, movimientos sociales a gran
escala e incluso nuevas formas de vida.
Pero la Edad de Oro también tuvo sus desafíos, si bien la humanidad y sus
descendientes mecanizados afrontaron los problemas con orgullo, vigor y un
contagioso sentido de la compasión en la diversidad.
Tras la resplandeciente Edad de Oro, el Colapso impuso a
toda prisa la más absoluta oscuridad.
Incalculables olas de destrucción asolaron el sistema solar y diezmaron sus
poblaciones. Si las historias son ciertas, el suceso marcó la llegada del
Testigo y sus fuerzas en su primer ataque contra el Viajero. Ese día, el
Viajero nos salvó de una extinción segura.
El sufrimiento causado fue inconmensurable. Sin embargo, en las siguientes
décadas, la Ciudad resurgió de sus cenizas y los supervivientes comenzaron a
reunirse en ella; los guardianes plantaron cara a las huestes alienígenas. La
Edad Oscura fagocitó gran parte de nuestra historia, pero… la esperanza es lo
último que se pierde.
La Última Ciudad no se erigió sin dificultades. Los porta
luces, que despuntaban como señores de la guerra, y los feudos de los
territorios salvajes se aferraban al poder. El hambre, la enfermedad y la
anarquía eran una grave amenaza. Aun así, fue esta lucha la que alumbró el
nacimiento de los guardianes y de la Vanguardia. La organización luchó sin
descanso para devolver cierta apariencia de orden a las personas que quedaban
en la Tierra.
La Ciudad inciaba de nuevo y el mundo sufría bajo la amenaza alienígena.
Hubo que hacer frente al desastre y la derrota durante la Guerra de los
poseídos y la Guerra Roja, además de resistir numerosas invasiones; acabamos
sumiéndonos en una Noche Interminable. Si no fuera por el trabajo y el
sacrificio de la Vanguardia, lo habríamos perdido todo una y otra vez.
La Última Ciudad sirve como recordatorio de todo lo que queda de la
civilización humana en la Tierra y del compromiso con nuestro futuro.
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